Resaltan académicos importancia del ajolote en el hábitat y la cultura de México

Jesús Alberto Rubio

En décadas recientes, el interés científico por el ajolote ha mantenido altos niveles debido principalmente a notables habilidades de cicatrización y regeneración de tejidos y órganos en cualquier parte de su cuerpo, afirmó Carlos Hugo Alcalá Galván, profesor investigador de tiempo completo de la Academia de Desarrollo Sustentable y Planeación Estratégica del Departamento de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Universidad de Sonora (Dictus).

A propósito de que hoy es Día Nacional del Ajolote, el docente indicó que esas especies puede regenerar músculos, huesos y nervios, además de volver a formar extremidades, medula espinal, ojos y partes de su cabeza, pero que sin embargo, el deterioro del hábitat, contaminación del agua, especies exóticas invasoras y la sobreexplotación son las causas principales por las cuales sus poblaciones se encuentran muy reducidas y ocupando pequeña porción de lo que se consideraba su rango de distribución original.

Todos los mexicanos y habitantes de otros países, dijo Alcalá Galván, deben conocer más sobre los ajolotes y sus características de vida tan interesantes.

“El reconocimiento de sus cualidades de regeneración de tejidos y su potencial para entender la forma de mejorar tratamientos para humanos es sin duda un recurso invaluable”, sostuvo.

Asimismo, señaló que el conocimiento de su ciclo de vida y sus necesidades de hábitat permiten a la humanidad definir estrategias apropiadas a la recuperación y mantenimiento de sus poblaciones.

Desde el 2018 Día Nacional del Ajolote
El académico del Dictus hizo referencia a que, desde 2018, se considera el 1 de febrero como Día Nacional del Ajolote Mexicano.

En ese año, recordó, se presentó una iniciativa de decreto en el Senado de la República debido a la publicación del artículo “The axolotl genome and the evolution of key tissue formation regulators” (El genoma del ajolote y la evolución de los reguladores clave de la formación de tejidos) en la revista Nature.

Indicó que en la publicación se describe el descubrimiento que el ajolote mexicano tiene 32 mil millones de pares de bases de ADN, lo que lo convierte en el genoma más grande que ha sido secuenciado en la historia.

“Comparado con el humano, el genoma del ajolote es diez veces más largo y este día tiene el objetivo de difundir la importancia del ajolote en el ecosistema y cultura mexicana (unamglobal.unam.mx)”, afirmó el académico universitario con doctorado en Ecología y Conservación de Fauna Silvestre en la Universidad de Arizona y especialista en ecología y manejo de fauna silvestre y pastizales.

En riesgo de extinción
Carlos Hugo Alcalá informó que el ajolote mexicano (Ambystoma mexicanum) es una de las 33 especies del género Ambystoma, todas residentes en Norteamérica, señalando que son 18 las habitan en territorio mexicano y que la mayoría de ellas se encuentran en alguna categoría de riesgo de extinción.

Se han considerado en peligro crítico desde 2006 por instrumentos legales de conservación nacionales e internacionales, precisó el profesor investigador del Dictus con experiencia en investigación científica, inventarios biológicos, análisis de vegetación y manejo de animales silvestres y ganadería.

Sobre la especie, indicó que ésta es un tipo de anfibio con cola relacionado con las salamandras y que en su mayor parte tienen una fase de vida juvenil acuática con respiración por branquias y que mediante metamorfosis logran cambios para respirar por pulmones en la fase adulta terrestre. Sin embargo, advirtió, los ajolotes adultos son acuáticos y mantienen características larvarias.

“Por ejemplo, tienen branquias en forma de pluma que sobresalen detrás de la cabeza, patas palmeadas y cola de renacuajo (llamados siboris en Sonora)”, dijo. Esa condición, afirmó, es debido a la falta de la hormona tiroidea (TH) importante en activar las metamorfosis y provocar la pérdida de las características larvarias como branquias y aleta caudal.

Aunque no cambian de forma, añadió, los ajolotes alcanzan su madurez y capacidad reproductiva entre los 18 y 25 meses: “Las hembras pueden depositar en promedio 300 huevecillos, aunque en ocasiones pueden depositar hasta mil. Sin embargo, las condiciones alteradas en su hábitat no permites la recuperación de poblaciones a la velocidad y niveles deseables”, dijo.

Indicó que los ajolotes adultos miden de 15 a 35 cm, en vida libre predominan colores oscuros como el verde oliváceo, azul oscuro y negro. No obstante, advirtió, en cautiverio los colores predominantes son blancos, rosados y transparentes.

Alcalá Galván hizo referencia a que desde el siglo XIX los ajolotes fueron llevados a Francia causando notable fascinación como mascota, por lo que pronto se desarrollaron actividades de reproducción en cautiverio y se originó un comercio bastante redituable en países de Europa, China y Japón.

Son sin duda, sostuvo, una especie muy importante en la vida y cultura de los mexicanos, informando que algunos grupos étnicos confieren propiedades medicinales y curativas a esta especie que inclusive se ha usado como alimento para reforzar el sistema inmune y en infusiones y ungüentos para diversas enfermedades.

El término ajolote, concluyó, viene de la palabra náhuatl “axolotl” que significa monstruo de agua, señalando que antiguas leyendas de los aztecas relacionan al ajolote con el dios de fuego y el rayo.

También habita en el arte y en la fantasía
El ajolote es una criatura de incalculable valor como especie mexicana, símbolo de las constantes tensiones en torno a las ideas de nación y de cultura “la que sin embargo nos contempla desde los billetes de 50 pesos”, dijo, por su parte, Manuel Llanes García, académico del Departamento de Letras y Lingüística de esta casa de estudios.

Alguna vez, especificó, hogar del manatí, Xochimilco, es uno de los hábitats del ajolote; el otro, donde se sumerge a sus anchas, es el territorio de la fantasía.

“Apenas una criatura rosácea que parece sonreír desde las peceras, el secreto del ajolote permanece fuera de nuestro alcance. De ahí que su enigma haya servido para inspirar otros mitos, como el tan llevado y traído relato de la mexicanidad”, expresó.

Manuel Llanes referenció que en su libro acerca del nacionalismo en México, La jaula de la melancolía (1986), el antropólogo Roger Bartra convierte a la particular especie en símbolo en el entorno de las ideas de nación y de cultura.

El también escritor sonorense afirmó que el ajolote es un animal idóneo para jugar a las metáforas, porque su ciclo vital lo mantiene a medio camino entre el agua y la tierra, como si fuera renuente a desarrollarse.

Bartra, añadió, también vincula a la bestia con Xólotl, el dios que no quería morir, doble de Quetzalcóatl. “Es una divinidad acobardada frente al sacrificio de los otros dioses, así que se niega a perecer”.

Huye de la muerte, agregó, y durante su carrera toma varias formas, hasta que se refugia en el agua y se convierte en un “pez” llamado axólotl; es decir, el ajolote, también significa un codiciado platillo para los paladares mexicas.

Referencia a un dios ancestral
Manuel Llanes García planteó que, según Bartra, el ajolote hace referencia a un dios ancestral, pero lo que no sabe el antropólogo, advirtió, es que no precisa de un relato sobrenatural para ello porque él mismo es un dios.

También señaló que en su libro El animal divino (1985), el filósofo español Gustavo Bueno expone su filosofía materialista de la religión. Para ello, indicó, nos habla de tres fases históricas que darían cuenta del fenómeno religioso.

“La primera de ellas es la religión primaria, en la que la megafauna del Paleolítico (el tigre dientes de sable, el mamut) es adorada como un dios en los santuarios de las cuevas, cuyas paredes están llenas de esos objetos de veneración: pinturas rupestres que no son mero ornamento, sino que cumplen una función parecida a la de los santos de las iglesias católicas o los iconos de las ortodoxas”, afirmó.

El animal de esta religión, puntualizó, es un dios verdadero porque no es un espíritu, sino eso, “un animal que se impone al hombre y lo atemoriza”.

Domesticación y cautiverio
Con la domesticación de los animales, añadió Llanes García, llega el cautiverio de las bestias y su sometimiento por más imponentes que sean. “Ahí está el arpón en el lomo de la ballena, que nada lentamente hacia su extinción definitiva en el litoral japonés; es decir, esa sería la segunda fase, la religión secundaria, la mitológica.

Pero, planteó, el emperador romano Constantino el Grande se convierte al cristianismo y los templos del altitonante Zeus y de Atenea, la de ojos de lechuza, quedan reducidos a la ruina. “Arribamos así hasta la religión terciaria, el monoteísmo”.

Pero ahora, dijo, las iglesias atraviesan el escándalo y el descrédito, al mismo tiempo que las bestias del pasado recuperan protagonismo: de ahí la parodia de las fiestas infantiles que protagonizan los perros y los gatos, en compañía de sus mascotas, los ciudadanos célibes. En ese escenario, aseveró, el ajolote puede convertirse en el dios que Bartra nunca soñó en sus lecturas de fray Bernardino de Sahagún.

Quien sí pudo atisbar, con terror, sostuvo, esa facultad del ajolote para evocar esos misterios fue Julio Cortázar, quien en su obra maestra Final del juego (1956) incluyó un célebre cuento acerca del animal en cuestión, “Axolotl”.

“Pienso en estas cosas al ritmo de la música de Axolotes mexicanos (un nombre que es una redundancia), el grupo de rock que no es mexicano sino español. Así es la universalidad del ajolote, joya de nuestro bestiario”, concluyó.