Hermosillo.- Carlos Enrique Peña Limón, científico sonorense que fuera líder fundador del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), falleció el pasado 23 de agosto, dejando con su memoria un invaluable legado para la academia científica tanto estatal, regional como nacional.
La comunidad del CIAD lo recuerda como un hombre visionario, capaz de sumar voluntades para sortear grandes desafíos, y con dones de gentileza que lo convirtieron en amigo y mentor de varias generaciones de académicos del Centro.
En los cimientos históricos del CIAD se le reconoce por haber encabezado una odisea titánica al lado de poco más de una decena de jóvenes investigadores(as) que, en 1977, hizo posible la fundación del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores del Noroeste (IIESNO) y que años después, en 1982, habría de transformarse en el CIAD, del cual fue su primer Director General.
Su contribución a la investigación científica es reconocida también de forma especial en la Universidad de Sonora, donde se le distingue con el mérito de haber sido fundador del Departamento de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (DICTUS) y formador de varias generaciones de científicos(as).
El doctor Carlos Enrique Peña Limón también fue fundador de la primera delegación noroeste del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), donde tuvo la oportunidad de aportar su experiencia para la promoción de la ciencia y la tecnología en la región.
A través de un comunicado, el actual director general del CIAD, Pablo Wong González, compartió su pesar por el fallecimiento del doctor Carlos Enrique Peña Limón y se unió al duelo que embarga a sus familiares, particularmente a sus hijas Marta Olivia y Etna Aída Peña Ramos, investigadoras del Centro, a quienes, dijo, supo heredar su amor por la ciencia y la investigación.
En las redes sociales fueron muchas las muestras de afecto y las manifestaciones de luto por la partida del doctor Peña, con mensajes donde, además de reconocérsele su extraordinaria trayectoria académica y su aportación a la construcción de la ciencia moderna en Sonora, se le recordó como un ser humano que propiciaba grandes afectos y admiración a su alrededor.
Su formación académica inició como ingeniero químico por la Universidad Nacional Autónoma de México (1960) y prosiguió con su formación como maestro y doctor en ciencias por la Universidad de Wisconsin en 1965 y 1970, respectivamente. Durante más de cinco décadas en las que se desempeñó como docente e investigador, sus estudios se enfocaron en la bioquímica de los alimentos.
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